Para algunos, demuestra cierta improvisación, para otros, se comporta como un verdadero demócrata que escucha a la sociedad. Para bien o para mal, el presidente Luis Abinader ha estrenado un estilo de gobernar no acostumbrado en la historia reciente, en el que se anulan decisiones debido al rechazo que generan en la sociedad.
Algunas de las veces en las que la administración de Abinader se ha retractado, ha reculado o echado para atrás alguna medida, ha dejado sin resolver temas que siguen siendo una tarea pendiente para los dos años que le quedan en el gobierno. Tal es el caso de la reforma fiscal.
El presidente tuvo que dirigirse personalmente a la población en octubre del 2020, luego de dos meses en el cargo, para calmar los ánimos y declinar su intención de incluir un impuesto al salario de Navidad y otro del 3% a las compras en moneda extranjera en su propuesta de ley para el presupuesto del 2021.
Luego de haber afirmado que al llegar al gobierno encontró las arcas públicas completamente vacías y haber hecho énfasis en las dificultades que experimentaban las finanzas públicas, Abinader dijo el 9 de octubre que retiraría dichos impuestos.
Para cubrir la falta de recursos se había llegado a un acuerdo con la empresa minera Barrick Gold “para recibir adelantos de sus compromisos con el Estado que nos permitirá disponer de los recursos equivalentes a las nuevas medidas impositivas propuestas en el proyecto de presupuesto”.
Pero el presidente Abinader llegó al poder con la convicción de que el Estado tenía que buscar más ingresos para responder a todos sus compromisos y aseguraba que la República Dominicana “estaba quebrada”, por lo que insistía en la necesidad de una reforma tributaria.
Su antecesor, el expresidente Danilo Medina, había inaugurado su mandato en el 2012 con un aumento el ITEBIS del 16% al 18%, que se mantiene hasta el presente, con el que se gravaron productos como aceite comestible, el azúcar, el cacao y el café, hasta entonces exentos.
Las muchas explicaciones del mandatario de que no se trataría sólo de aumentar impuestos, sino de ampliar la base tributaria y hacer que los que tienen más paguen más, no bastaban para revertir la natural impopularidad de este tipo de medida.
Este escenario provocó que en octubre del año siguiente Abinader decidiera decirle al país que la reforma fiscal que se venía gestando se aplazaba, quedando pendiente indefinidamente.
El Gobierno, empezando por el actual ministro de Economía, Pavel Isa, siguen convencidos de que la República Dominicana necesita una reforma tributaria íntegra para poder llevar a cabo los proyectos de desarrollo.