Una empleada lucha por honrar un compromiso financiero por el que teme perder el apartamento que compró su hija. Vive en incertidumbre por una deuda de más de dos millones de pesos que adquirió por ser garante solidaria de un joven que buscaba alternativas para irse a vivir una experiencia de intercambio cultural a Estado Unidos.
Su historia no difiere de otras tantas en las que los garantes, fiadores y codeudores han perdido hasta sus bienes por la irresponsabilidad del deudor principal. Algunos desconocían que podían demandar a la persona por la que firmaron.
La empresa, que podría ejecutar un embargo retentivo sobre los bienes de la madre soltera, acordó con el joven contratante financiar su viaje al exterior con la garantía de que tres personas cumplirían el pago por penalidad de 20,000 dólares si él se quedaba en suelo norteamericano.
«Él trabajaba en un salón con una sobrina. Lo veía que estudiaba y tenía tanto interés de echar para adelante. Y, ya tú sabes, caí en ese error», se lamenta la mujer.
Ahora enfrenta un proceso de apelación para ver si, legalmente, logra un acuerdo con el cual impedir cualquier medida contra la vivienda de su hija y establecer cuotas de pago por los dos millones de pesos a los que ascendió la penalidad por el incumplimiento del joven.
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