Las redes sociales y los medios de comunicación se llenaron los primeros días de septiembre de imágenes del barro y la lluvia que suspendieron el festival Burning Man, que se celebraba en un lago seco del desierto Black Rock, en Nevada (EEUU). Unas 70.000 personas quedaron atrapadas durante tres días.

Pero bajo el alud de historias de desesperación en el lodo no pasó desapercibida la información dada por biólogos sobre la resurrección de un primitivo molusco de hace 200 millones de años, el Triops cancriformis. Este camarón dinosaurio es un auténtico fósil viviente.

La expresión fósil viviente no es un término científico, pero describe de forma sencilla esas plantas y animales de las que además de haber registros fósiles también existen ejemplares vivos. Es el caso del Triops.

Hay que aclarar que las especies actuales no son las mismas que las fosilizadas, pero su evolución ha sido tan lenta y escasa que apenas difieren de sus ancestros remotos.

Esto ocurre con los camarones dinosaurio, que en el Levante español llaman tortuguetas. Además de dos ojos compuestos internos y uno simple en el centro, le caracteriza un caparazón aplanado y ovalado que cubre cabeza y cuerpo. Puede alcanzar los 7 cm de longitud y soporta temperaturas extremas, desde los 190º bajo cero hasta los 80º.

Viven en charcos de lluvia temporales de gran tamaño, como en Black Rock, y que tardan varias semanas en secarse. Su supervivencia radica en su velocidad de reproducción y crecimiento. A los dos días de eclosionar ya han duplicado su longitud, de 0,8 a 1,6 mm. En diez días ya ponen huevos. Si el charco se seca, los huevos entran en un estado de latencia hasta la llegada de nuevas lluvias. Pueden pasar años.

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Por Domincan News

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