La antigua “ciudad intramuros” de Santo Domingo lució la tarde de este sábado muy concurrida; es que cientos de curiosos desfilaron por el lugar turístico para apreciar de cerca el majestuoso y costoso yate Flying Fox, propiedad de un magnate ruso no identificado y que permanece anclado en el puerto Don Diego, en San Soucí, desde el pasado lunes 21.
Niños, jóvenes, adultos y ancianos, nacionales y extranjeros no podían ocultar la emoción de poder observar tan de cerca una embarcación que está valorada en 455 millones de dólares. Pero tampoco dejaron pasar la oportunidad de hacerles fotografías, videos y posar frente a la nave para compartir “tan bella” imagen en las redes sociales.
Al ser cuestionados por Diario Libre los curiosos coincidieron en que pese a ser un yate proveniente de Rusia, país que está en guerra con Ucrania, es de gran beneficio al país, porque atrae a los turistas locales y de otros países. El nuevo atractivo se mira de frente con la Plaza España, lugar donde se encuentran el Alcázar de Colon y el Museo de las Casas Reales.
“Vi la reseña en la prensa y dije: tengo que ver ese yate. Vine con los niños y creo que este barco atrae bastante el turismo porque es conocido a nivel mundial”, expresó Kensy de la Rosa, residente en el sector Calero, de Villa Duarte, en Santo Domingo Este.
En tanto que Miguel Ángel Peralta, quien vive en El Café, de Herrera, Santo Domingo Oeste, aprovechó que estaba en la Feria Ganadera, para llevar a su familia, esposa y dos hijos para mostrarle la nave.
“Es un éxito que ese yate esté en Santo Domingo. No me imagino todo lo que haría si tuviera un yate así”, dijo entre risas Mailyn Vicente, esposa de Miguel Ángel.
Mientras que, a lo lejos se podía observar parte de la tripulación del Flying Fox, desplazándose de un lugar a otro, dentro y fuera del llamativo yate.
También se pudo ver a un guardia de seguridad, que, al solicitarle su intervención para poder conversar con algunos de los tripulantes, se mostró totalmente negativo y aseguró que le tenían prohibido hablar.
“Además no hablan español”, enfatizó el agente sin levantar la cabeza, ni pararse de su sillita, mientras manipulaba su celular.
En un segundo intento con “Carlos”, encargado de puerto, dijo que el acceso a la terminal estaba restringido.