Ha calificado al Gobierno de nicho de la oligarquía, expresión que el pueblo en su propio lenguaje ha llamado “gobierno de los popis”, o de los ricos, y opuesto a los “wawawa” o pobres, una especie de analogía de los “tutumpotes” e “hijos de Machepa” de la que hablaba Juan Bosch
A poco menos de dos años el gobierno del presidente Luis Abinader comienza a mostrar signos de desgaste sin que la administración exhiba un rumbo que lo asocie al programa de ejecutorias gubernamentales que presentó a los electores durante la campaña electoral, lo que preocupa a los dirigentes del Partido Revolucionario Moderno, no porque sus promesas a los votantes se quedaron en los discursos de corte electoralistas y se haya abandonado a los sectores sociales que le sirvieron de soporte para el triunfo en los comicios; no, la preocupación se centra en que quien se perfila como candidato de la organización, que es el mandatario, desciende de manera sostenida en la preferencia de los llamados a votar en el próximo certamen para escoger a quien nos gobernará durante el venidero cuatrienio.
Sabemos que la turbulencia sanitaria y la económica de carácter global que han impactado de manera severa en nuestro país debieron incidir en la reorientación del plan de gobierno; la cuestión es que el rediseño está signado por la improvisación y una marcada inclinación hacia una élite empresarial comprometida con el proyecto político que, a cambio del apoyo electoral, recibe proyectos rentistas disfrazados con profusas campañas mediáticas de acciones gubernamentales encaminadas a “beneficiar” a las grandes mayorías del pueblo.