Entre las carnes animales, el pollo es, sin duda, la favorita del mundo.
Es la carne que más se consume globalmente: la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) calcula que en 2021 se consumieron 133 millones de toneladas de carne blanca en el mundo.
En América Latina, la tercera región del mundo donde más se consume este alimento, en 2019 se comieron en promedio 32,7 kilos de pollo por persona. La cifra en Brasil fue de 40,6 kilos y en Argentina 40.4 kg.
El consumo de pollo es popular porque es, por lo general, asequible, bajo en grasas y enfrenta pocas barreras culturales o religiosas.
Además, es una carne rica en proteínas y una fuente importante de vitaminas y minerales. Y también contiene niveles importantes de las beneficiosas grasas monoinsaturadas, que pueden ayudar a la salud cardiovascular.
Pero, este alimento tan popular también parece estar rodeado de dudas y creencias falsas.
Por ejemplo, se sabe que la piel del pollo contiene un alto nivel de grasas. Entonces, ¿es bueno comer el pollo con piel o debemos quitarla antes de cocinar o consumir el alimento?
«La piel del pollo tiene un 32% de grasas, es decir, que cada 100 gr de piel que consumimos, 32 gr son aporte graso», le dice a BBC Mundo María Dolores Fernández Pazos, nutricionista del Centro de Información Nutricional de la Carne de Pollo (CINCAP) en Argentina.
De estas grasas que contiene la piel de pollo -explica la nutricionista- dos tercios son grasas insaturadas, las llamadas «grasas buenas», que ayudan a mejorar los niveles de colesterol en la sangre.
Y una tercera parte de las grasas son saturadas, una de las llamadas «grasas dañinas», que contribuyen a aumentar los niveles de colesterol «malo».