Es el pan cotidiano, pero la nombradía del depredador sexual convierte en espectáculo inocuo el delito. Satisfacción circense de una sociedad que mira para otro lado cuando lo comete un don nadie. Pero no hay que equivocarse al apreciar las reacciones públicas. Wander Franco no está bajo los focos por estar acusado de la comisión de un crimen, sino por ser Wander Franco: un campocorto del béisbol profesional que juega para los Tampa Bay Rays en las Grandes Ligas.

Más pesa su caída en picado como pelotero, que la naturaleza de los hechos que se le imputan. «Esa muchachita tiene más millas que un Sonata», escribió un tuitero. Él no es culpable de nada. Ella es culpable de todo. «Sabe» demasiado para alegar inocencia.

Wander Franco tiene biografía en Wikipedia e incontables notas aun en los medios más inimaginables, no solo en los tradicionales y arraigados en el universo mediático, nacionales y extranjeros. Lo nimba un contrato en el 2022 con Grandes Ligas por once años y una paga de 182 millones de dólares, de los que ya ha recibido 3.9 millones, algo así como 226.2 millones de pesos en menos de dos años. Suficientes para comprarse una casa en Tampa, Estados Unidos, valorada en pocos más de un millón y medio de dólares; un Lamborghini Huracán, un Mercedes Benz 450; un Mercedes Benz Gle 53, un Cadillac Escalade y un Land Rover Velar.

Si eran para su uso personal o quién sabe para qué, es harina de otro costal.

Con solo comprarlos gritaba a los cuatro vientos su estatus y su bonanza económica gracias a sus habilidades deportivas. Como también era altoparlante de su poder el helicóptero en el que, según el expediente acusatorio, llegó a aterrizar en Montellano en busca de la niña que hoy lo tiene en la palestra por razones ominosas.

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Por Domincan News

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